De ti me quedan muy buenos y muy malos recuerdos.
Tardes de junio, de julio, de agosto, noches de verano, incontables inviernos.
Esperarte, soñarte, amarte, conectar cuidadosamente cada uno de los hilos de mi existencia con los tuyos... Recuerdo la sensación de que en esta galaxia sólo existíamos tu y yo, acaso lo que nosotros creábamos. Fuimos dioses.
Las demás cosas, las tristes cosas, no puedo recordarlas sin ese ligero pesar en mi pecho, ese vacío que quedó cuando el mundo comenzó a poblarse y quedamos como un par de extraños que sólo por un momento detuvieron el tiempo y compartieron todo lo que su existencia comprende.
Podría aguantame y llorar pero no quiero, recordarte es tan difícil (y a medida que pasan los años se desvanece tu memoria)... Aún así, me resulta grato tu recuerdo... Tu recuerdo azul y blanco, tu sabor a argentino, ese ché que me hacía reír... y estrepitosamente me lanzó a la Patagonia.
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